Sé diligente para hacer el bien. Si eres lento, la mente, deleitándose con su maldad, te atrapará.
Hacer el bien significa compartir, amar, servir, ser compasivo; pero estas son cosas que la mente miserable no puede hacer, pero jamás dirá. «No quiero hacerlo», porque no sería muy diplomático. Lo diplomático sería decir: «Mañana»; posponer. La mente es una burócrata.
Si esperas, la mente te sugerirá. «Haz esto, haz aquello». Haz el bien inmediatamente, ¿por qué? ¿Quién sabe? El siguiente momento puede que nunca llegue, puede que este sea el último momento. ¡Actúa como si este fuera el último momento! Actúa con esa urgencia porque la muerte puede sorprenderte en cualquier momento. No escuches a la mente. La mente puede seguir posponiendo las cosas interminablemente y antes de permitirte hacer algo, puede que la muerte te haya golpeado. Haz el bien, porque inmediatamente sentirás la alegría.