Mejor que mil palabras huecas es una palabras que aporte paz.
¿Qué palabra es luminosa? ¿Qué palabra está realmente llena de fragancia? La palabra que aporta paz, y esa palabra nunca viene del exterior; es la apacible vocecita de tu propio corazón. Se escucha en los lugares más recónditos y profundos de tu ser: Es el sonido de tu propio ser, es la canción de tu propia vida.
No se encuentra en las escrituras ni en discursos aprendidos. Solamente se encuentra si vas hacia dentro, únicamente se encuentra en la meditación, en profundo silencio. Cuando te haya abandonado todo el conocimiento prestado y te hayas quedado a solas, cuando no sepas ni una cosa; cuando funciones desde el estado de no saber, entonces se escucha.
Una historia conocida:
Una noche un profesor Von Kochenbach, el gran filósofo alemán, vio dos puertas en su sueño, una que llevaba directamente hacia el amor y el paraíso, y la otra hacia un auditorio donde se estaba celebrando una conferencia sobre amor y paraíso. No hubo duda por parte de Von Kochenbach; salió disparado a escuchar la conferencia.
La historia es significativa. Es ficticia, pero realmente no lo es tanto. Representa la mente humana; está más interesada en el conocimiento que en la sabiduría, está mas interesada en la información que en la transformación. Está más interesada en saber sobre la belleza, la verdad y el amor, que en experimentarlos.
Superficialmente parece lógico; uno tiene que familiarizarse primero con lo que es el paraíso; solo entonces puede entrar en él. Primero necesitas tener un mapa. Lógico, pero estúpido; lógico solo en apariencia, en el fondo completamente falto de inteligencia.
El amor no requiere que tengas información sobre él porque no es algo externo a ti, es la propia esencia de tu ser. Ya lo tienes, solo tienes que dejarlo fluir. El paraíso no está en algún lugar donde necesites un mapa para llegar. Estás en el paraíso, pero te has quedado dormido.
El despertar puede ser inmediato, puede ser súbito -de hecho, solamente puede ser repentino. Cuando despiertas a alguien, no es que poco a poco, por partes, gradualmente, se despierte. No es que primero se despierte un diez por ciento, después el veinte, el treinta, el cuarenta, el noventa y nueve, el noventa y nueve punto nueve, y por fin el cien por cien -no. Cuando zarandeas a una persona dormida, se despierta inmediatamente. O bien uno está dormido o está despierto; no hay un lugar entre medias.
Pero la gente sigue aferrándose a las palabras, palabras que están huecas, palabras que no contienen ningún significado, palabras que no tienen sentido, palabras emitidas por personas tan ignorantes como tú. Quizá sean instruidos, pero la educación no disipa la ignorancia. Tener conocimiento sobre la luz no va a disipar la oscuridad. Puedes tener todo el conocimiento disponible en el mundo sobre la luz; puedes tener una biblioteca en tu habitación que solamente contenga libros sobre la luz; aun así, toda esa biblioteca no podrá disipar la oscuridad. Para eliminarla necesitarás una pequeña vela; eso hará el milagro.
Lo único que une a las personas es la palabra; por lo tanto, se sabio en elegirlas. Las palabras tienen poder, pueden crear las guerras y dictar las paces; elige las adecuadas, las que traigan serenidad a tu mente y a tu entorno. ¿Vale la pena vivir en guerra? Tu palabra puede evitarlo. La palabra vive en su significado; si no lo conoces, no es palabra, es ruido. Piensa correctamente y transforma tus palabras en significados que estén al alcance de todos los que te rodean. De otro modo, vivirás en una eterna cacofonía.
Si estás despierto, ni siquiera necesitarás de la palabra porque los significados vendrán a ti directamente desde el universo. No necesitarás aprender qué es el amor porque lo vivirás sin darte cuenta. Tampoco deberás aprender a odiar porque tú serás el odio. Recuerda que lo que eres, vives, y vivirás como eres.